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¿Cuánto vale una vida?

52 céntimos. 52 céntimos es lo que valen 40 cápsulas de 650 mg de Paracetamol en una farmacia cualquiera teniendo una receta. ¿Sabes lo que pasa si te las tomas? Efectivamente, te suicidas.

Habrá quien diga que es mucho más barato saltar desde un alto o arrojarte a las vías justo antes de que llegue un tren y tienen razón, pero la cuestión no es esa.

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Reflexiones sobre una muerte no inminente

Morir siendo viejos será una cosa de ricos o de mantenidos. ¿O acaso crees que podrás mantener tus gastos hasta los 100 años? Si piensas que el Estado se hará cargo o que habrá pensiones para entonces, bien vives en un mundo paralelo, bien vives en el mundo de las ilusiones.

Me da igual que tengas 20, que 30, que 50 años. La hucha de las pensiones se acabará en menos de una década y después, que cada cual haga sus cuentas para pagar residencias, personas que nos atiendan o sanidad privada, ya que para cuando nos llegue el turno de ser atendidos por la vía pública posiblemente estemos criando malvas.

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Welcome to Palestine but

Visit Palestine

Hace ya casi siete meses que llegué a Jerusalén Este, Palestina. Como cada mañana desde que salimos de la cuarentena, vengo dando un paseo matinal para pensar en mis cosas a modo de rutina para empezar el día.

Esta mañana, por primera vez, se detiene un camión a mi altura y tenemos la siguiente conversación:

-Kayf haalak? -dice el camionero a modo de saludo y que significa cómo estás.

-Al Hamdu lil lah (bien) -respondo cortesmente.

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Mis días en cuarentena

Mi cuarentena

Han pasado ya varias horas desde que terminó el periodo de cuarentena. Había estado en Bethlehem hacía 2 viernes y este lunes, antes de la hora de comer, llegó un correo de la coordinadora con información del ministerio de sanidad en relación al pandémico coronavirus.

Toda persona que haya estado en alguna de estas 3 ciudades, deberá ponerse en cuarentena.

Sabía que me implicaba directamente a mí, así que se lo comenté a la compañera: « Oye, Pepa (nombre no real), según este correo, debería ponerme en cuarentena » -le dije mientras ella hablaba con mi responsable por teléfono.

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Hablar por hablar

S.G. Merino

Hablar desde la ignorancia es muy fácil, pero creedme, es más fácil hablar siendo un experto. Lo sé porque prácticamente soy un ignorante en todos los campos y aspectos de esta vida, y de lo único que puedo considerarme un experto es en vivir mi propia vida siendo yo mismo y sé, que tarde o temprando, acabaré muerto.

En Jerusalén, febrero 2020

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El vuelo de la pelusa

Tic, tac, tic, tac. Avanza el reloj. Vuela la pelusa. Vuela la libélula.

El perro corre tras la libélula y la risa templa mi frustración. En cierta manera consiguen amenizar mi sátiro camino hacia Liechenstein.

Vuela la pelusa. Vuela la libélula. Vuelan lejos del camino y el perro deja de correr.

El camino se vuelve más sátiro y empiezo a perder mi sensatez.

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Renault Clio 60 CV

Martes 21 de enero de 2020, son las 9 am y me dirijo al concesionario donde he quedado para dejar mi Renault Clio de 60 CV. Dios mío, todavía no me puedo creer que vaya a desprenderme de él después de tantos años…

Cuando llego al concesionario, el agente ya me está esperando.

– ¿Has sacado todo lo que había en él?

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Desde la ventana

Los abuelos siempre serán ángeles de sus nietos.

S.G. Merino

Mi abuelo llevaba ingresado más de una semana en aquel sucio hospital. No es que estuviera sucio por dentro, pero me asusta todo lo que tenga que ver con hospitales. La razón no era otra que la de ley de vida.

Era ya mayor, nunca se había privado de comer bien o de manera más o menos sana y, teniendo en cuenta que ya tenía 87 años, tampoco es que le hubiese hecho falta.

Sin embargo, aquella vida de excesos pasó factura en forma de un derrame cerebral del lado izquierdo. Tenía el lado derecho del cuerpo completamente paralizado, incluyendo las cuerdas vocales.

La verdad es que los primeros días que fui a visitarlo, me impactó esa imagen de ser vivo en un cuerpo semimuerto, con el color de piel de siempre, pero ahora con ese moreno de tierra de campo deslucido y apagado… casi marchitado. Las manos que antes habían sido fuertes, vitales y llenas de callos, ahora eran las terminaciones de los antebrazos, extensiones de unos rígidos brazos.

Mis visitan habían transcurrido básicamente conmigo mirando desde la ventana hacia la calle. Esa vista de mierda perfecta a la avenida Ramón y Cajal, número 4. La calle con sus casas y sus coches y su gente a ambos lados del asfalto.

Sin embargo, al quinto día que estuve allí se me ocurrió una idea. Me volví hacia mi abuelo y su alma me devolvió la mirada a través de esos ojos apagados.

– ¿Te ha dicho alguien en el tiempo que llevas aquí, qué se ve desde la ventana?

No, dijeron esos ojos sin mencionar ninguna palabra.

– Desde la ventana puedo ver… allá a lo lejos del todo… un campo de trigo cosechado y un señor mayor junto a un niño pequeño. Podrían ser abuelo y nieto, sí, y el abuelo le está enseñando cómo se queman los rastrojos.

– Desde la ventana también puedo ver que hay un camino al lado del campo, que lleva a un puente encima de un arroyuelo. Sobre el puente veo a otro señor mayor enseñándole cómo se pesca a un niño pequeño… Desde aquí no se aprecia bien, pero estoy seguro de que están utilizando lombrices y de que antes de que la tarde acabe, habrán pescado un pez cada uno —continué diciendo sin girarme hacia mi abuelo.

– Siguiendo río abajo, puedo ver perfectamente a otro abuelo enseñar a su nieto a lanzar piedras al río para hacer ranas. El hombre consigue hacer que la piedra cruce el río fácilmente con seis saltos. Sin embargo, el niño tiene suerte si consigue hacer que una piedra rebote contra otra piedra antes de que ésta haga una rana.

– Por último, también veo cómo en uno de los árboles de la ribera del río, un señor empuja el columpio en el que podría estar sentado su nieto… sí, me atrevería a decir que son abuelo y nieto. Es un columpio casero, hecho con dos sogas y un tablero…

– ¿Y todo eso se ve desde la ventana? —dijo mi madre desde la puerta de la habitación.

No sé cuánto tiempo llevaría allí, pero el suficiente para sorprenderme y darme cuenta de que había perdido la noción del espacio y el tiempo mientras miraba a la calle desde la ventana.

Sin decir nada más, se acercó lentamente, se situó a mi vera y me rodeó con su cálido abrazo y tras unos segundos mirando por la ventana, dijo volviéndose hacia mí:

– Yo también lo veo. Además, desde aquí puedo ver a un hombre diciéndole a su hija que ella puede alcanzar las metas que se proponga y que podrá llegar a ser todo lo que quiera en esta vida, incluso la primera mujer española en viajar al espacio.

Nos volvimos hacia nuestro padre y abuelo, y allí estaba él llorando emocionado.

Palencia, 21 de enero de 2020

Empacho de locura

La locura del amor

Qué locura se nos pasará por la cabeza para hacer las cosas que hacemos y que no debemos…


-¿Qué te ocurre?

-Nada -le dije, aunque en mi cabeza sabía que aquello no nos iba a llegar a ningún lado.

-Entonces, ¿por qué no me dices lo que te pasa por la cabeza?

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beso a beso, verso a verso

En Beso libre

En alusión al beso, decía Rober Iniesta:

Pero ¿dónde van los besos que te debo? 
En una cajita, 
que nunca llevo el corazón en cima, 
por si me lo quitan.
Pero ¿dónde están los besos que me debes?
En cualquier esquina,
cansados de vivir en tu boquita
siempre a la deriva

 

¿A dónde van los besos que no damos? ¿Qué pasa con esos besos robados?

Los besos ni se crean ni se destruyen, se regalan o intercambian.

Dos personas se besan si las dos quieren. Dos personas no se besan si una no quiere porque no es no. Continuar leyendo «beso a beso, verso a verso»