Tic, tac, tic, tac. Avanza el reloj. Vuela la pelusa. Vuela la libélula.
El perro corre tras la libélula y la risa templa mi frustración. En cierta manera consiguen amenizar mi sátiro camino hacia Liechenstein.
Vuela la pelusa. Vuela la libélula. Vuelan lejos del camino y el perro deja de correr.
El camino se vuelve más sátiro y empiezo a perder mi sensatez.
Ya no hay pelusa, ni tampoco libélula y cuando el reloj está a punto de pararse, al fin puedo vislumbrar Liechenstein.
Adiós pelusa, adiós libélula.
Sergio Galindo Merino, en Palencia a 23 de enero de 2020.
Pero las hay que se suicidan y se entregan enseguida, brotan en el marco y ahí mismo se tiran; me parece ver la vibración del salto, sus piernitas desprendiéndose y el grito que las emborracha en esa nada del caer y aniquilarse. Tristes gotas, redondas inocentes gotas. Adiós gotas. Adiós.
Aplastamiento de las gotas. Julio Cortázar.