Mi madre tenía un jarrón de cristal,
era bastante bonito y además era un regalo de boda,
por lo que el valor emocional era todavía mayor.
Yo llevaba toda la mañana jugando con el drone
y era cuestión de tiempo…
Al final pasó lo que tenía que pasar.
Se rompió, pero no fui yo, fue ella.
Al ver las lágrimas en sus ojos supe que la cosa iba en serio.
Yo no sabía nada del jarrón, ni de su valor, ni de su historia…
pero lo que sí sabía era del valor que tienen las cosas cuando se rompen.