Quiero dejar bien claro que yo no soy de esa clase de tíos,
y aunque suene a tópico, esa vez era diferente.
Hacía tiempo que no entraba al Burgo,
ese aroma, esa luz, esa decoración…
y allí en medio, de espaldas, estaba Ella.
Figura alta y esbelta y pelo rubio cual cerveza.
Tenía algo entre manos y dado que se encontraba esperando
al otro lado de la barra, podía imaginarme lo que era.
No pude evitarlo, tenía que hacerlo, sino sabía que me arrepentiría
para siempre y que tal vez nunca jamás volveríamos a vernos.
Me acerqué despacio, la miré, y cuando estuve a su lado,
ella me devolvió una tímida mirada.
A continuación, puse mi mejor sonrisa y le dije con la voz
firme y la pulsación acelerada:
– ¿Puedo invitarte a esa novela?